La Víctima de Abuso


Contrariamente a algunas creencias populares, las víctimas de abuso no son débiles ni tienen la "culpa" de las conductas de los abusadores.

Tampoco son responsables de los trastornos de la personalidad del agresor.
Podríamos decir que hay dos tipos de víctimas: las víctimas inocentes o involuntarias, como los niños, los ancianos, las personas incapacitadas, o aquellas personas que son adultos saludables, pero que desconocen formas más saludables y adecuadas de relacionarse con los demás. Es por esta razón, que podemos definir un segundo tipo de víctima: la víctima "consciente o voluntaria".  

La idea de víctima consciente o voluntaria surgió a partir de algunas víctimas de abuso emocional y físico, que aun siendo conscientes del tipo de relación en la que están involucradas, siguen esperando que el abusador cambie. Piensan que si ellas (las víctimas) cambian, entonces quizás el abusador también cambie. A veces, pueden producirse cambios temporales o transitorios, pero la esencia de la personalidad de un abusador no cambia. Y esto es algo sobre lo que la víctima no tiene control. Es por ello, que es igualmente importante tener en cuenta qué cosas están bajo nuestro control y cuáles no.

Las víctimas de abuso emocional pueden controlar sus emociones, pero no las del abusador. Pueden tomar sus propias decisiones de cambio, pero no pueden obligar al abusador a tomar la decisión de cambiar. Hay víctimas de abuso emocional que, por diversas razones, deciden permanecer en una relación abusiva, aun conociendo los problemas psicológicos del abusador y el tipo de relación abusiva que mantienen con él o ella.

Éstas son algunas características comunes de las víctimas de abuso emocional:


  • Tienen una baja autoestima.
  • Son muy inseguras, suelen ser personas muy ansiosa
  • Tienen una personalidad sumisa.
  • Se sienten inferiores a los demás.
  • Son muy dependientes afectiva, emocional y económicamente
  • No sienten que merezcan ser respetadas como seres humanos.
  • Tienen expectativas que no son realistas.
  • Sienten la necesidad de ser controladas (o “protegidas”) por otros.
  • Son excesivamente tolerantes y condescendientes.
  • No hacen valer sus derechos.
  • Se engañan a sí mismas pensando que –algún día- mágicamente, el abusador cambiará.
  • Se culpan a sí mismas de los problemas ajenos, o culpan al mundo, a la vida o a una situación particular de lo que les sucede
  • No son conscientes de que permiten que el abuso suceda. 
  • No creen ser capaces de triunfar por sí mismas.
  • Suelen tener problemas para poner límites y decir "No”.

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